El tema de las modas cambiaba mucho en función de donde habías crecido en los 80’s, pero había muchos referentes que todos hemos seguido (y deseado). En mi caso había algo que todos queríamos: unos vaqueros Levi’s 501. Imagino que a muchos padres de aquella época no les debió hacer gracia que el mayor anhelo de su hijo fuera comprar unos pantalones que valían cuatro o cinco veces más que cualquier otro que podías encontrar en una tienda de barrio. Me refiero a que un vaquero en «Modas Loli», de marca desconocida, te podía costar 1.500-2.000 ptas (9-12 euros al cambio) y unos Levi’s salían por unas 10.000 ptas (60€). Si hoy en día ya suena caro unos vaqueros por 60€ imagina lo que suponía eso hace veinte años.
Todos recordamos quién fue el primero de la pandilla que tuvo unos Levi’s, pasaba inmediatamente a un estatus superior, era ya el «guay». Uno de mis amigos, uno de esos «guays» sólo tuvo unos Levi’s en su vida, cuando se iban rompiendo, se compraba otros baratos en el mercadillo y su madre le cosía las etiquetas de los Levi’s, sobre todo aquella dichosa «red label» que destacaba tanto.
También tuve un amigo que lloraba a su madre cada verano para que le comprase unos Levi’s. Por fin su madre aceptó, le acompañó a la tienda y al llegar a casa le cortó la etiqueta roja con las tijeras de la cocina. Le dijo:
– «Ahí tienes unos Levi’s»
– «Mamá, pero porqué me cortas la etiqueta?»
– «Tú querías unos Levi’s? Pues ahí los tienes».
Yo aprendí la lección en cabeza ajena, entendí que tener unos Levi’s no era más que querer aparentar. De hecho creo que sólo tuve unos en toda mi vida, regalo de una novia que me conocía poco, muy poco.
Después llegó otro objeto de deseo, todavía más exclusivo: un polo Lacoste. También valía unas 10.000 ptas cuando cualquier polo de otra marca más corriente no pasaba de las 2.000 pesetas. No recuerdo quién de la pandilla fue el primero en tener uno, si recuerdo que pronto aparecieron las copias piratas, esas donde el cocodrilo tenía cara de fatiguita y le faltaba un ojo.
El último objeto de deseo que mejor recuerdo de los 80’s eran las Nike Air. Como bien dice Tote King, «quien no ha ahorrado para unas Nikes, nunca ha disfrutado unas Nikes«. Recuerdo haber llenado la hucha hasta arriba, rascando poco a poco de la paga que me daba mi madre. Por fin me pude comprar unas Nike Air Max a los 14 años, con tan buena suerte que pegué un estirón y me duraron sólo tres meses, hasta que ya no aguantaba más correr con los dedos encogidos.
Hablaba de este tema con unos amigos que también tienen hijos de la edad de mi hija (todavía preadolescentes) y yo decía que era una pena que los niños hayan perdido el sentido del valor de las cosas, el sacrificio para conseguirlas. Y me explicaron que no, que hoy en día siguen haciendo lo mismo, ahorrando de la paga para comprarse… un iPhone. Ese mítico smartphone se ha convertido en el objeto de deseo de esta generación. Seguro que dentro de 20 años ellos también recordarán quién de la pandilla fue el primero en tener un iPhone, quién se compró una réplica china y quién era un tieso y sólo se podía comprar un Android chino barato.
Creo que hay una gran cantidad de similitudes entre el iPhone (como icono de estatus) y aquellos Levi’s, Lacoste o Nike Air. En la adolescencia buscamos referentes sociales que nos aporten seguridad y reconocimiento. No, no me mires así de raro, que cuando nos hacemos treintañeros también buscamos el BMW para «aparentar». Es complicado educar a tu hijo en una sociedad donde prevalece la cultura del consumismo, donde les hacen creer que serán más felices por tener el último móvil que ha salido al mercado.
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